Un día, el cura, el banquero y la Presidenta coincidieron.
“Hay que ocuparse de los niños pobres”, dijeron los mismos que condenan a sus padres a despidos, a salarios bajos, a una carestía feroz.
Cristina quiere arreglar a los hijos de los obreros desocupados con 135 pesos. Carrió y el obispo Casaretto se “estiraron” hasta 180.
Mientras tanto, las necesidades integrales de una familia obrera ¡superan los 4.000 pesos por mes!
Los campeones de la “asignación universal” anunciaron su receta: la “universalización” de la miseria.
Para entregar estas monedas, quieren echar mano de los actuales planes Jefes y de las asignaciones familiares.
No quieren poner un peso más de la caja del Estado, que tiene otra prioridad: el FMI, el Club de París, los tarifazos.
Pero en la lista de estos mariscales de la pobreza, se anotan otros.
Los Yasky y los Moyano también aplauden esta “asignación universal”, después de tolerar el despido de 400.000 compañeros en el último año.
El porvenir de nuestros hijos y nuestros puestos de trabajo no puede depender de ellos.
En oposición a la burocracia, un nuevo movimiento obrero exige su lugar.
Como en Kraft, en Paraná Metal, en Mahle y en todas las luchas de la clase obrera contra la crisis capitalista.
La miseria política de los Kirchner y sus opositores capitalistas no tiene salida.
La miseria social sí la tiene, en una lucha, una alternativa y un programa propio de los trabajadores.
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