El “Consejo del Salario” no demoró mucho en ponerse de acuerdo.
Lo urgía la crisis política y la presión de las cámaras patronales.
El salario mínimo quedó en 1.400 pesos para agosto y sólo en 1.500, a cobrar a principios de febrero de 2010.
Tenemos una doble confiscación, porque el aumento de agosto es del 13% contra una inflación del 25% y el de febrero, dentro de siete meses, se lo comerá cómodo la inflación que nos espera.
De cualquier modo, el nuevo mínimo está a una considerable distancia de la canasta familiar, valuada en casi 4.000 pesos.
¡Por una vez, las patronales aceptaron los datos del Indek!
Lo resuelto por el Consejo demuestra el carácter reaccionario de la operación de ‘diálogo’ que se encuentra en marcha.
Su objetivo es desarrollar la agenda de los capitalistas.
Hasta la cavernaria Mesa de Enlace, que sigue defendiendo a muerte el trabajo de sol a sol del peón rural y su familia, firmó feliz el nuevo acuerdo.
Se trata de una linda manera de ‘calentar los motores’ de la entrevista que tienen prevista con la señora Presidenta.
Los partidarios del acuerdo dicen en forma vergonzante que no es necesario menear demasiado el tema, porque solamente afecta a 300 mil trabajadores.
Un argumento curioso en un país con millones de precarios y en negro, que ni llegan al mínimo, o cuando las paritarias están congeladas, sobreviviendo con sumas ‘a cuenta’.
O cuando hay suspensiones y reducciones de jornada que achican el salario de bolsillo en forma extraordinaria.
O cuando asistimos al reclamo de reducción de salarios de la patronal de la siderurgia (Techint) y de la negativa a dar aumentos por parte de la patronal metalúrgica.
O cuando se han producido tarifazos de luz y gas.
Las burocracias de la CGT y de la CTA han convalidado, en distinta medida y con argumentos diferentes, todo este despropósito.
El acuerdo del salario mínimo abre la ruta al Consejo Económico y Social, cuya agenda es la que establecieron las patronales y los banqueros internacionales.
La burocracia de la CTA cree que logra disimular su integración al Consejo y su colaboración con esa agenda porque llama a una jornada de movilización.
Pero no hay tal movilización cuando se trata de un hecho aislado, decidido en la penumbra desde arriba; es una maniobra de distracción al servicio de una política de colaboración de clases.
Nuestra consigna es que la CGT y la CTA rompan con ese Consejo y lancen un plan de lucha.
Es la única forma de hacer frente al intento del gobierno y sus ‘adversarios’ de hacer pagar la crisis capitalista a los trabajadores.
Lo urgía la crisis política y la presión de las cámaras patronales.
El salario mínimo quedó en 1.400 pesos para agosto y sólo en 1.500, a cobrar a principios de febrero de 2010.
Tenemos una doble confiscación, porque el aumento de agosto es del 13% contra una inflación del 25% y el de febrero, dentro de siete meses, se lo comerá cómodo la inflación que nos espera.
De cualquier modo, el nuevo mínimo está a una considerable distancia de la canasta familiar, valuada en casi 4.000 pesos.
¡Por una vez, las patronales aceptaron los datos del Indek!
Lo resuelto por el Consejo demuestra el carácter reaccionario de la operación de ‘diálogo’ que se encuentra en marcha.
Su objetivo es desarrollar la agenda de los capitalistas.
Hasta la cavernaria Mesa de Enlace, que sigue defendiendo a muerte el trabajo de sol a sol del peón rural y su familia, firmó feliz el nuevo acuerdo.
Se trata de una linda manera de ‘calentar los motores’ de la entrevista que tienen prevista con la señora Presidenta.
Los partidarios del acuerdo dicen en forma vergonzante que no es necesario menear demasiado el tema, porque solamente afecta a 300 mil trabajadores.
Un argumento curioso en un país con millones de precarios y en negro, que ni llegan al mínimo, o cuando las paritarias están congeladas, sobreviviendo con sumas ‘a cuenta’.
O cuando hay suspensiones y reducciones de jornada que achican el salario de bolsillo en forma extraordinaria.
O cuando asistimos al reclamo de reducción de salarios de la patronal de la siderurgia (Techint) y de la negativa a dar aumentos por parte de la patronal metalúrgica.
O cuando se han producido tarifazos de luz y gas.
Las burocracias de la CGT y de la CTA han convalidado, en distinta medida y con argumentos diferentes, todo este despropósito.
El acuerdo del salario mínimo abre la ruta al Consejo Económico y Social, cuya agenda es la que establecieron las patronales y los banqueros internacionales.
La burocracia de la CTA cree que logra disimular su integración al Consejo y su colaboración con esa agenda porque llama a una jornada de movilización.
Pero no hay tal movilización cuando se trata de un hecho aislado, decidido en la penumbra desde arriba; es una maniobra de distracción al servicio de una política de colaboración de clases.
Nuestra consigna es que la CGT y la CTA rompan con ese Consejo y lancen un plan de lucha.
Es la única forma de hacer frente al intento del gobierno y sus ‘adversarios’ de hacer pagar la crisis capitalista a los trabajadores.
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